Sobre el papel se trata de una regla fija, por la que cada septiembre, el presidente de la Comisión Europea acude al Parlamento Europeo para discutir con los eurodiputados lo que ha hecho la Comisión durante el último año, lo que pretende hacer el próximo y su visión para el futuro.

Este evento se conoce como el Debate sobre el estado de la Unión Europea o Soteu, pero, a pesar de su periodicidad, en esta ocasión todas las miradas estarán puestas en Von der Leyen y en las posibles medidas que anuncie para frenar la crisis energética y, sobre todo, para detener la amenaza de la Federación Rusa al continente, tras la agresión militar contra Ucrania.

Tras la presentación del presidente de la Comisión, los eurodiputados, como representantes electos de los ciudadanos de la UE, piden cuentas a la Comisión y examinan su trabajo para asegurarse de que se aborden las principales preocupaciones de los europeos. De ese debate la Comisión saca las ideas para preparar su programa para el próximo año.

UNA CRISIS INÉDITA

La respuesta comunitaria a la guerra emprendida por Rusia contra Ucrania, el cambio climático, las medidas para hacer frente al aumento del coste de la vida, la crisis energética y la situación del respeto al estado de derecho en la UE se encuentran entre los problemas más apremiantes que, de algún modo, se espera que aborde en su discurso Ursula von der Leyen.

Lejos quedan las prioridades que presentó la presidenta de la Comisión el año pasado, cuando se centró por razones obvias en los esfuerzos para abordar la pandemia de coronavirus y sus consecuencias, amén de la necesidad de transformación digital de la UE.

Por otra parte, y no menos importante, el Parlamento, en línea con las propuestas adoptadas por la Conferencia sobre el Futuro de Europa (CoFoE), espera que la UE escuche las demandas de los ciudadanos y reaccione con políticas ambiciosas, particularmente en momentos de crisis.

De entre esas respuestas que parecen inevitables está puesta en marcha de una convención para la reforma de los Tratados, como única forma de modificar las reglas de la mayoría, que en temas de gran importancia ralentizan o simplemente impiden la adopción de medidas por los 27.