Sin embargo, ese escenario se presenta complicado. En las cinco citas electorales autonómicas habidas en período democrático nunca se ha alcanzado ese nivel de participación.

En 1984, año en que se registraron los mejores resultados se abstuvo el 36 por ciento del electorado. En las primeras elecciones autonómicas de 1980, la abstencón subió al 37,9 por ciento, en 1988 al 41,6 por ciento, en 1992 al 46,6 por ciento y en las últimas del año 1995 fue del 37,1 por ciento.

El reto que tienen los socialistas es motivar a un electorado que en los comicios generales del 1996 les dió 1.203.339 votos, casi el doble de los 620.756 que consiguieron en las elecciones autonómicas de 1995.

En cambio, CiU tiene un electorado estable que con estrechas variaciones vota en las dos convocatorias. En las elecciones autonómicas de 1995, los convrgentes consiguieron 953.419 votos, su techo en las elecciones más recientes, y 818.832 en las generales de 1996.

El mayor bache que ha tenido que sufrir CiU se produjo en las elecciones municipales de junio pasado, en que sólo alcanzó 476.835 votos.