Tres de los cuatro recintos penitenciarios, los situadas en las capitales de provincia, con edificios de más de cuarenta o cincuenta años de antigüedad, con instalaciones muy deterioradas, están situados a veces en entorno urbano y sin espacio para las más esenciales actividades de los reclusos.

En la prisión de Zaragoza, cuya desaparición está prevista por l Ministerio de Justicia tan pronto como se construya una gran cárcel en la vecina localidad de Zuera, se hacinan 300 detenidos, el doble de su capacidad teórica. Hay de tres a cinco internos por cada celda, que tienen entre ocho y diez metros cuadrados de superficie, por término medio.

En Huesca sucede algo parecido, con 200 internos para una prisión cuya capacidad nominal es de 100 plazas, y en Teruel hay 203 reclusos para una capacidad de 140 plazas.

En todos los casos hay un altísimo porcentae de presos que dan seropositivo en el análisis del SIDA. Pruebas efectuadas por médicos del Gobierno aragonés hace dos años arrojaron una cifra de afectados superior al 70 por ciento.

La dependencia de las drogas hace que muchos de los reclusos entren con un deficiente estado de salud, que se ve agravado por las circunstancias de su vida en prisión.

Las autoridades penitenciarias tampoco han podido poner coto a la delincuencia, que en su mayor parte está motivada por el tráfico de droga dentro d la prisión.