Al cierre de 1992, los auditores plantean a Banesto, bajo la presidencia de Mario Conde, la necesidad de aplicar un "ajuste muy fuerte en Asturiana de Zinc", por importantes contingencias que ponían en cuestión el cierre de esta empresa en 1992.

Para evitar que Asturiana deZinc reflejara unas mayores pérdidas que, al consolidar, se hubieran traducido en mayores pérdidas en la Corporación Banesto y, también por consolidación, pérdidas en Banesto, el banco aporta una garantía sobre los resultados de Asturiana.

Esta garantía consistió en certificar de antemano unos resultados determinados, lo que comportaba el compromiso de Banesto de que si las pérdidas eran mayores, Banesto tendría que aportar la diferencia.

Sin embargo, Banesto no contabilizó esos compromisos que aumía, como establecen las normas de contabilidad, puesto que entonces se hubiera producido una aminoramiento de sus beneficios, que es precisamente lo que el equipo de Conde trataba de evitar en un año como 1992, que se ha demostrado era crucial.

El nuevo equipo de Banesto ha calificado esta práctica hetedodoxa como una "perversión", puesto que evidencia que el objetivo de la garantía, al no contabilizarse, era el de ocultar pérdidas.