El descubrimiento de la aspirina llegó cuando Felix Hoffman intentaba desarrollar un medicamento para aliviar la artritis a su padre sin causarle una irritación estomacal, como ocurría con el salicilato de sodio, medicamento usado contra esa enfermedad, y de esta forma descubrió el ácido acetilsalicílico.

Hasta ahora todavía no se conoce totalmente cómo actúa la aspirina. Según los expertos, inhibe la producción de las prostaglandinas, sustancias hormonales que estimulan la contractilidad de útero y tienen capacidad para bajar la presión sanguínea, regular la secreción ácida del estómago, la temperatura corporal y controlar la inflamación, entre otras propiedades.

Su uso como analgésico se ha visto ampliado hoy en día. En pequeñas dosis, la aspirina evita que la sangre se coagule y en grandes dosis, combate el dolor y la inflamación de la artritis reumatoide. De acuerdo con recientes estudios, la aspirina puede reducir el riesgo de ataques al corazón en pacientes con angina de pecho y alunos expertos afirman que también puede prevenirlos en personas sanas. Además, puede prevenir migrañas, ciertos tipos de cataratas, rebajar el riesgo de cáncer colorectal, etc.

Sin embargo, incluso en pequeñas dosis la aspirina no es inocua. Mucha gente es hipersensible al ácido acetilsalicílico y en altas dosis puede causar náuseas y dolores de estómago. Su uso en personas con enfermedades hepáticas o renales, úlceras y otras condiciones relacionadas no está recomendado por el riesgo de padecer hemoragias cerebrales u otros derrames internos.