Así lo aseguró en una entrevista en Servimedia tras su reciente nombramiento por la Santa Sede para llevar las riendas de la iglesia madrileña, responsabilidad que tomará efecto el próximo 8 de julio, cuando releve a su predecesor, el cardenal Carlos Osoro.

A pesar de que los datos económicos reflejen cierto crecimiento macroeconómico, el prelado puso el foco “en esas familias que están atascadas”. “Funciona el ‘efecto Mateo’: al que tiene, se le dará, pero al que no tiene irá perdiendo hasta lo que tiene”, fenómeno denominado en alusión al texto de ese evangelista.

Cobo, que durante su trayectoria como sacerdote y obispo auxiliar de Madrid ha destacado por su pastoral social con los colectivos más vulnerables y de las ‘periferias existenciales’, según el término acuñado por el papa Francisco, llamó a “visibilizar el problema de la desigualdad y de la vulnerabilidad”. “Algo que dice el Papa continuamente es que nuestra sociedad lo que hace es encubrirlo, mirar a otro lado, el descarte”, prosiguió, “porque así nos vamos con la conciencia tranquila”.

Para el arzobispo electo, los pasos que deben seguir políticos y ciudadanía son otros: “Primero tendremos que visibilizar y, una vez que se visibilice, colaborar con quien esté dispuesto para trabajar porque estas personas salgan adelante, tengan una vida digna, porque la ciudad no va a ir mejor si no vamos todos mejor”.

“La brecha social que vamos teniendo y las grandes bolsas de pobreza o de discriminación que se van haciendo nos pueden hacer una ciudad peor, aunque aparentemente todo diga que va bien, que vamos creciendo y que hay más rascacielos. No es verdad: o vamos todos o la ciudad no será mejor”, lamentó.

En este punto destacó el papel de la Iglesia “colaborando con todo aquel que quiera trabajar por el bien común”, en referencia “al bien de todos, también al de los pobres” y “no el interés común, que es por votos”.

CAÑADA REAL

José Cobo concretó que la brecha social se percibe en los niños que no pueden acceder “con los mismos medios” a clases de apoyo, campamentos o actividades de ocio, como ocurre a decenas de pequeños que viven, por ejemplo, en la Cañada Real, donde cientos de familias viven sin electricidad desde hace años.

"En el tema de la Cañada hemos estado perdiéndonos en vericuetos administrativos, como jugando al pádel, rebotando una pelota de un lado a otro. A todo el mundo le parece importante, pero no se toman decisiones”, aseguró.

En ese lugar, el arzobispo electo destacó el papel de personas de la Iglesia que actúan como “hospital de campaña”, “desde Cáritas hasta el párroco”, y también, con una postura “muy de denuncia”. El problema sigue “todavía sin resolver” y “se va posponiendo” para las familias que pasan en malas condiciones “un invierno y otro invierno”, insistió.

Ese panorama, denunció, no sólo afecta a la Cañada Real, como ha comprobado en su labor pastoral recorriendo la diócesis madrileña. "Tenemos también otros bloques en Villaverde y en San Blas” en los que se necesita “una intervención conjunta”.

“No se trata simplemente de llegar y dar dinero, sino de habilitar nuevas estructuras más cuidadas de Servicios Sociales” y que “se humanicen más los barrios”, algo que, según el nuevo arzobispo, lleva haciendo la iglesia madrileña desde hace décadas.