Esta posibilidad la habló con su asesor Ramón Blanco Balín en cuyo despacho estaban depositadas las escrituras de las sociedades de Correa. Después de que se produjera un registro en ese despacho "me preocupé” y valoró que podían “pasar varias cosas, que me llame la Agencia Tributaria y esta opacidad se descubra”, por lo que pensó ofrecerse “a Hacienda para regularizar. No me apetece ir a prisión y no quiero tener ningún problema".

Finalmente, esa regularización no se hizo por consejo de Blanco Balín, que le explicó que su error fue no declararse residente en un país extranjero. Todas estas maniobras siempre estuvieron relacionadas con el patrimonio personal de Correa y no con el de sus empresas que, según dijo, siempre pagaron impuestos en España.