En declaraciones a Servimedia, Carrascosa afirmó que en ningún momento la OMS aconseja la supresión total de estos alimentos, y abogó por un consumo moderado, que en líneas generales y para una persona sana pasaría por la ingesta de carne dos o tres veces por semana.

Según la clasificación de la OMS, las carnes procesadas están en el mismo nivel de riesgo de producir cáncer que la cerveza, el vino, el alcohol destilado o el aire de las ciudades, explicó, y “nadie va a tener cáncer por una caña o dos a la semana”.

Carrascosa subrayó que es el procesado el que determina la adición de agentes cancerígenos a la carne. Así, la curación de embutidos como el jamón o el lomo supone la adición de nitrosaminas (nitratos o nitritos), que se encargan de estabilizar el color y de conservar el alimento, mientras que los procesos de ahumado o de sometimiento a muy altas temperaturas (como se hace en la elaboración de salchichas, bacon, hamburguesas…) implican a su vez la adición de aminas heterocíclicas y de hidrocarburos policíclicos aromáticos, que son los mismos que se encuentran en el aire contaminado de una ciudad. “Y nadie desarrolla cáncer por el mero hecho de vivir en Madrid”, subrayó Carrascosa.

Sobre las carnes rojas, aquellas que proceden del músculo de mamíferos, apuntó que se encuentran en un escalón menor en cuanto a su consideración de riesgo, porque “aún no existen evidencias científicas en humanos”, aunque sí se han visto resultados sospechosos en ensayos con animales y en laboratorio.

De todas formas, Carrascosa recomendó que, como en todo, “lo más aconsejable es un consumo moderado”, pues es verdad que en las sociedades occidentales se abusa de la ingesta de carne.

Carrascosa, que asegura que no variará en absoluto su dieta tras esta publicación, sí recomienda esperar a que esté publicado el informe completo antes de sacar conclusiones.