Sánchez participó en una asamblea abierta sobre limpieza democrática en la que, después de una primera intervención, escuchó a los expertos invitados y a ciudadanos, la mayoría militantes, que formularon propuestas y preguntas. Después, al cerrar, respaldó la idea con la que Willy Brandt definía el socialismo: “luchar contra los privilegios”.

Eso exige, explicó, romper muchas “inercias” del sistema y muchas situaciones que solo benefician a una minoría, y se plasma en una reforma electoral, en abrir las puertas a la participación ciudadana o en la revisión de la forma de elección de los órganos reguladores, por ejemplo.

Se trata, sentenció, “no solo de decir lo que vamos a hacer, sino hacer”, porque solo así se puede recuperar la credibilidad perdida por la política y por la democracia.

Se mostró convencido del “coste económico” de la corrupción y de la necesidad de “introducir democracia en la economía”, por ejemplo desmontando la concentración de poder en determinados sectores estratégicos en cuya regulación el Estado “ha fallado”.

Denunció que el PP no tiene “proyecto del país” y que el PSOE debe construir uno para ofrecerlo a los ciudadanos, con la ejemplaridad como base fundamental y también sobre la idea de la política como transformación, confrontando cuando sea necesario pero también dialogando para acordar ante retos “que nos trascienden”, como es la reforma de la Constitución, el sistema educativo o el modelo energético.