Botella describió a Ruiz-Giménez, que de joven trabajó en el Ayuntamiento madrileño, como un “vecino ejemplar, gran hombre de Estado y de concordia y figura relevante de la vida política y cultural española de la segunda mitad del siglo XX”.

También como una “persona de paz y de diálogo, cordial y reconciliador, un hombre de apertura y de integración", que dejó una “profunda huella personal y una generosidad sin límites en toda su trayectoria como ministro, abogado, catedrático, embajador, político y, sobre todo, persona tolerante y justa”.

La alcaldesa subrayó igualmente que “Ruiz-Giménez soñó y luchó por una España unida desde la diversidad, en la que todos cupiéramos, sin excepción, sin sectarismos, y nos enseñó la teoría y la práctica de la democracia", mostrando “la grandeza de miras de abrir espacios al encuentro para el diálogo, de sumar y no restar, de caminar con esperanza hacia el futuro sin mirar hacia atrás salvo para aprender de los errores”.