Rubalcaba se reunió en Bruselas con el presidente del Parlamento Europeo, el socialdemócrata alemán Martin Schulz, mientras en Madrid el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibía a la canciller alemana, Ángela Merkel.

Junto a Schulz, Rubalcaba defendió que España está “sufriendo en primera línea las dudas sobre el euro” y lo que está pagando en forma de intereses por financiarse no es su propia prima de riesgo, sino la de la moneda común.

Aunque quiso ser prudente para dejar clara su defensa de la independencia del BCE, expresó su confianza “en que actúe” aliviando la carga que soporta España en los mercados, pero sin que ello comporte más sufrimiento para los españoles.

Además del motivo social de ese rechazo a nuevos recortes, insistió en que son ineficaces desde el punto de vista económico porque sólo están agravando la recesión y todo lo que se ahorra con los ajustes hay que dedicarlo a pagar intereses de deuda sin que se recupere el crecimiento.

El mero hecho de que una “señal” del presidente del BCE haga que la prima de riesgo de la deuda española baje “sustancialmente” demuestra, en su opinión, que el problema de fondo es la “especulación”, no los fundamentos de la economía española, y “no es razonable” que quienes paguen por ello sean, por ejemplo, los pensionistas españoles.

Rubalcaba quiso aclarar que la diplomacia que está ejerciendo en la Unión Europea es “paralela” a la del Gobierno pero también “coordinada” porque su intención es siempre “ir de la mano” del Ejecutivo en la política exterior, y por eso comunica sus visitas con antelación y posteriormente informa de sus resultados.

Aseguró por ello que en Bruselas se siente “más español que socialista” porque defiende los intereses del país, aunque determinadas reflexiones puedan ser críticas con el Gobierno, como la denuncia de que el Parlamento español no ha debatido el memorandum de entendimiento sobre la asistencia financiera a la banca.

Defendió por ello reforzar el papel de los parlamentos, tanto del Europeo como de los nacionales, porque de otra forma los ciudadanos pueden empezar a “dudar” de un sistema en el que se toman decisiones de las que nadie da explicaciones.