La sentencia le condena también a una pena de 6 meses y un día de prisión menor por un delito de receptación, indemnización de 8 millones de pesetas a los hijos de la víctima, Francisco, Rocío y Juan Manuel Vargas, y le absuelve de un tercer delito de robo cn fuerza.

La Audiencia Provincial ha ordenado también que se continúe la investigación de este crimen, al estimar que existen indicios de que participaron en él otras personas. El Instituto Nacional de Toxicología encontró en las uñas de la víctima restos de sangre que no corresponde ni a la suya ni a la de Sarmiento.

En la noche del 1 de abril de 1990, Juan Antonio Sarmiento tomó cervezas y varios "cubalibres", que mezcló con un comprimido y medio de "Rohipnol", en bares y discotecas.

Posteiormente, solo o acompañado de alguna persona, según la sentencia, se dirigió al chalé de la calle Huerta Iraola, en Sanlúcar de Barrameda, con la intención de hablar con Francisco Vargas. Al no responder nadie a su llamada, le surgió la idea de apoderarse de la escopeta de caza de Vargas, por lo que se dirigió a una caseta de obras, encendió una hoguera y cogió un instrumento de hierro con el que forzó la reja metálica de la ventana de la cocina, por donde entró.

La víctima, alertada por el ruido, coió un cuchillo y encendió la luz del recibidor y de la cocina, donde estaba Juan Antonio Sarmiento. Este le arrebató el cuchillo y le propinó 25 puñaladas.

Después retiró el cadáver hacia el interior y se fue a su casa, donde se quitó las ropas manchadas de sangre, las quemó en un terreno próximo y se deshizo del cuchillo.

El autor fue descubierto meses más tarde, cuando vendió una cadena de oro idéntica a la que tenía la víctima. Al detectar la Policía la venta de la joya, procedieron a la detenión de Sarmiento, quien el 21 de agosto se confesó autor de la muerte de Dolores Gálvez.