Según informó la agencia de protección de la infancia de la ONU, Afganistán ha sido, “durante muchos años, uno de los peores lugares del mundo para ser niño”, una situación que en las últimas semanas “se ha vuelto aún más desesperada”, como consecuencia de la ofensiva de los talibanes, la pandemia del coronavirus que ha obligado a cerrar escuelas y la situación de sequía que atraviesa el país.

Ante esta situación, Unicef mostró su preocupación ante el aumento de las “violaciones graves” de los derechos de los niños, especialmente su reclutamiento por parte de grupos armados.

Desde principios de año, más de 552 niños han muerto y más de 1.400 han resultado heridos, mientras que la mitad de la población -más de 18 millones de personas, entre ellas casi 10 millones de menores- necesita ayuda humanitaria.

A pesar de esta dantesca situación, Unicef se comprometió a seguir trabajando sobre el terreno para ayudar a los niños y a sus familias en todo el país, como lo lleva haciendo desde hace 65 años.

“Unicef no tiene intención de marcharse. Si el combate se vuelve demasiado intenso y los equipos de Unicef están en peligro, es posible que, temporalmente, sean reubicados, pero eso no les impedirá brindar apoyo vital a través de su red de aliados”, aseveró.

Luego de dejar claro que la seguridad y protección de su personal es su “prioridad número uno”, avanzó que, si éstas se ponen en peligro, serán “temporalmente reubicados”, como aquellos que ya se están trasladando a Almaty (Kazajstán), y “regresarán tan pronto como sea seguro hacerlo”.

Ante el avance de los talibanes por todo el país, Unicef ha distribuido kits de higiene, ha transportado agua en camiones, ha atendido a los niños desnutridos con alimento terapéutico listo para consumir y ha vacunado a bebés y menores de corta edad.

Por ello, concluyó recordando la situación que viven cientos de miles de personas en el país, como los más de 390.000 desplazados internos, más de la mitad de los cuales son niños; las más de 12 millones de personas que se encuentran en niveles de emergencia o crisis de inseguridad alimentaria; y los casi cuatro millones de niños sin escolarizar.