González advierte de que Europa “está funcionando mal” y se arriesga a una “década perdida” como la de América Latina

- Reclama a la CEOE que reoriente sus propuestas, porque cualquier reforma debe guiarse por la búsqueda de competitividad

MADRID
SERVIMEDIA

El expresidente del Gobierno Felipe González advirtió hoy de que Europa “está funcionando mal” en la gestión de la crisis económica, y se arriesga a sufrir “una década perdida”, como la de América Latina en los ochenta, si no vence los crecientes nacionalismos y recupera la visión del proyecto común.

González participó en el Fórum Europa, organizado por Nueva Economía Fórum, y centró su intervención en analizar la crisis económica y el papel que juega y debe jugar Europa, sobre la base de que está “haciendo poco y demasiado tarde” para superar las dificultades.

En su opinión, hay un “problema de fondo”, que es la pérdida de visión europeísta, un fortalecimiento del sentimiento nacionalista que lleva a que primen las realidades locales sobre los objetivos compartidos para el proyecto común.

Como ejemplo máximo de ello se refirió al “dueto” formado por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy en la toma de decisiones, “aunque no corresponda” con el esquema institucional, en el que las propuestas corresponden a la Comisión Europea y el refrendo al conjunto de los mandatarios del Consejo.

Las expectativas para el próximo Consejo, comentó, han quedado pendientes de una reunión de los mandatarios francés y alemana de la que no se sabe el resultado, o porque no se puede presentar, lo que sería “preocupante”, o porque “lo manejen con un pelín menos de arrogancia” y lo sometan a los demás mandatarios antes de difundirlo, y con la incógnita, ironizó, de los “efectos” que haya podido tener el nacimiento de la hija de Sarkozy durante la reunión.

El Consejo, explicó, tiene un orden del día “peculiar” y cuando acabe será cuando llegue “el tomate”, la discusión sobre el problema real de la deuda soberana griega o la recapitalización de la banca.

SOLIDARIDAD

En ese sentido, González subrayó que la solidaridad es imprescindible para la construcción europea, pero tiene que darse “en dos direcciones”, no sólo en una, y “no merece” su apliación “quien no hace los deberes” o quien, como Irlanda, pide ayudas que los demás proporcionan porque recaudan un Impuesto de Sociedades del 27%, pero pretende mantener el suyo en el 12%.

Dicho eso, aseguró también que la crisis griega debería haberse abordado cuando se analizó por primera vez, en marzo del año pasado, en vez de aplazar el asunto “por elecciones regionales en no se qué lander”, y sentenció que la propuesta que se está haciendo a ese país es “imposible” de ejecutar.

Es “imposible” que Grecia pueda cumplir los compromisos con las condiciones que se están planteando, aseguró, y hay que formular “un planteamiento alternativo serio”, con participación pública y privada o “como sea”.

Abogó abiertamente por que Europa tenga su propio fondo para dejar al margen al FMI, e insistió en la idea de que el 2% de la economía europea, el volumen de la griega y menos de lo que costó el primer rescate al sistema financiero comunitario, no puede poner en jaque al conjunto de la zona euro.

PREMIOS Y SANCIONES

La solución, en su opinión, no puede pasar por “equiparar a los que hacen bien el esfuerzo de estabilidad y quienes no”, porque España por ejemplo era en 2007 “el mejor alumno” del pacto basado en déficit y deuda y está haciendo un esfuerzo “dramático” de contención, por lo que defendió “un sistema de premios y sanciones para cumplidores e incumplidores”.

Un ejemplo sería la emisión de eurobonos, que además de rebajar el precio de financiación de la deuda funcionaría en sí mismo como mecanismo de premio y castigo si se limita, por ejemplo, al 60% del PIB que ya establece el Pacto de Estabilidad.

El problema de fondo es, para González, el sistema de toma de decisiones en Europa, el hecho de que una decisión común se bloquee en un parlamento nacional por motivos internos, como ha sucedido en Eslovaquia, un mecanismo “perverso” que acabará por “paralizar” a Europa si no se corrige.

A quienes proponen modificar los tratados les advirtió de que el proceso duraría varios años y Europa se enfrentaría en ese caso a una “década perdida” como la de América Latina en los años ochenta, de la que “ya llevamos tres años y medio”.

Hay contradicciones internas debidas a ese nacionalismo creciente que impiden los “pasos decisivos” que deberían tomarse para resolver la crisis, en la dirección de reforzar la unión monetaria con una unión económica y fiscal.

COMPETITIVIDAD

La realidad hoy, lamentó, es que “la obsesión” por contener la deuda impide fomentar el crecimiento, y el círculo puede ser “eterno”, por lo que reclamó, tanto en Europa como en España, que toda reforma vaya encaminada a ganar competitividad y con ello insertar con éxito la economía española en la europea, y la europea en la mundial.

Para ello, se mostró partidario de ligar los salarios a la productividad, para lo que hay muchos mecanismos posibles, y sobre todo de apostar por la innovación y la excelencia, la creatividad que Einstein reclamaba durante la gran depresión y que es el único y mejor recurso de crecimiento, sobre todo cuando no hay otros.

España y Europa tienen que asumir, insistió, que no pueden competir en coste salarial por unidad de producto, y que su variable estratégica es “la cabeza de la gente”, el capital humano.

Por eso explicó que no le gusta la propuesta de la patronal, a la que preguntó con ironía si frenará su escalada de petición de rebajas antes de que “tenga que pagar el despedido”.

Ante la reclamación de rebajar el coste del despido se preguntó cuál sería el coste en reducción del consumo, y cuánto se tardaría en esa espiral en llegar “al salario asiático”, y dando por contestada la pregunta, pidió a la patronal que “reenfoque” sus planteamientos a la ganancia de competitividad.

Pese a todo, se mostró convencido de que la economía española es “más flexible” y tiene más “capacidad de rebote” que otras que han padecido menos la crisis, y señaló que en medio de la tormenta la renta per cápita supera los 30.000 dólares, frente a los 4.500 de 1982, lo cual da “margen para la esperanza y el optimismo”.

A partir de todas esas reflexiones, el expresidente no ve una salida del euro de ningún país, ni de España ni tampoco de Alemania, porque lo pagaría en sus exportaciones, y sí se mostró convencido de que la salida de un país como España haría a la moneda única inviable.

Lo que sí ve posible e incluso recomendable, explicó irónicamente, es que si se reforman los tratados sea para “señalar la puerta de salida” a quien no esté dispuesto a jugar con las reglas pactadas entre todos.

González se mostró crítico con la forma en que Francia y Alemania están liderando a la UE y llamó a los demás países a “no dejarse” y a reclamar que las instituciones funcionen como ya dicen los tratados.

(SERVIMEDIA)
20 Oct 2011
CLC/caa