“Esta será una decisión crítica y estratégica que marcará el futuro del euro digital”, explicó durante su intervención en el encuentro ‘DigitalES Summit 2021’, subrayando que se trata de una decisión “con profundas implicaciones que potencialmente pueden extenderse más allá del ámbito de la banca central y las finanzas para impactar sobre la dinámica de digitalización de la sociedad en general”.

Se trata de un proyecto que puede ser “fundamental” para configurar un sistema financiero europeo “eficiente y acorde con la cada vez mayor digitalización de nuestra sociedad”, indicó, recordando que el análisis sobre la potencial emisión de monedas digitales está en el foco de las autoridades monetarias de medio mundo ya que “podría utilizarse en una amplia gama de operaciones a distancia que no son posibles con el efectivo”.

A título de ejemplo de los que están más avanzados, citó a China, que ha acelerado su programa de implantación del yuan digital; Bahamas, donde el pago con la versión digital de su moneda “ya forma parte del día a día de sus ciudadanos”; Suecia, donde han anunciado un programa piloto de uso de la corona digital; o los trabajos avanzados de la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra.

Según explicó, las razones detrás de cada proyecto “son muy distintas y reflejan en gran medida especificidades propias de cada país”, indicando que en China ha pesado “la necesidad de encontrar un contrapeso público al protagonismo que las grandes compañías tecnológicas han adquirido en el ámbito de los medios de pago” y para mejorar la inclusión financiera, que también es lo que ha alentado a dar el paso al banco central de Bahamas, donde además tropieza con el problema de la distribución del billete y moneda física en territorios insulares.

En el caso de Europa, indicó que el euro digital se concibe como una herramienta “para estimular la innovación y actuar como catalizador de la competitividad y del crecimiento”, además de que contribuiría a salvaguardar la soberanía monetaria, “incrementar el papel exterior de nuestra divisa y, por extensión, la capacidad de influencia más allá de nuestras fronteras”.

Tras subrayar que el euro digital “no pretende sustituir ni al dinero físico ni a los depósitos bancarios, sino que los complementaría”, ampliando la oferta de medios de pago, explicó que los objetivos marcados obligan a abordar su diseño “con una mentalidad abierta”, a la vez que se adoptan las necesarias cautelas “para garantizar que todas las dimensiones relevantes se tienen en cuenta adecuadamente”.

Para encarar este desafío recordó que en el Eurosistema se creó hace año y medio un grupo de alto nivel para coordinar los esfuerzos de todos los bancos centrales del área del euro que en octubre pasado ya publicó los resultados de sus trabajos y un análisis sobre qué escenarios podrían aconsejar la emisión de un euro digital, qué requisitos básicos debería cumplir dicha emisión y qué implicaciones podría tener en otros ámbitos relevantes para un banco central.

Posteriormente, dicho grupo de trabajo ha realizado una consulta pública para sondear la opinión de ciudadanos y de profesionales, poniendo además en marcha varios “experimentos de carácter técnico” para ver además la viabilidad de diferentes propuestas tecnológicas.

Hernández de Cos precisó que aún hay sectores por analizar como la concreción de las características técnicas que debería tener el euro digital o su efecto sobre la estabilidad financiera, la política monetaria o la configuración y el papel de la industria financiera. Con estos estos resultados y análisis será el BCE, en su Consejo de Gobierno, el que revise resultado y fije la hoja de ruta a seguir.