Clima

Caen las emisiones globales de un potente gas prohibido que destruye la capa de ozono

- Según dos estudios científicos

MADRID
SERVIMEDIA

Las emisiones a la atmósfera del triclorofluorometano (CFC-11), el segundo gas más abundante que agota la capa de ozono y prohibido desde 2010, han disminuido rápidamente y ahora están nuevamente en declive.

Así se explica en dos estudios publicados en la revista 'Nature', que muestran que las emisiones de CFC-11, uno de los muchos químicos clorofluorocarbonos (CFC) que se usaron ampliamente en refrigeradores y espumas aislantes, vuelven a bajar después de que en 2018 se descubriera que había subido desde 2013 por producción sospechosa en China.

Luke Western, de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y coautor principal de uno de los nuevos estudios, apunta que el nuevo hallazgo de su reducción podría marcar “el final de un periodo perturbador de aparentes infracciones regulatorias”.

“Si las emisiones se hubieran mantenido en los niveles significativamente elevados que encontramos, podría haber habido un retraso, posiblemente de muchos años, en la recuperación de la capa de ozono. Además, dado que el CFC-11 también es un potente gas de efecto invernadero, las nuevas emisiones estaban contribuyendo al cambio climático en niveles similares a las emisiones de dióxido de carbono de una megaciudad", añade.

El CFC-11 es una de las sustancias químicas responsables del agujero que se forma en la capa de ozono (la barrera protectora que absorbe los dañinos rayos ultravioleta del Sol) sobre la Antártida cada septiembre. Su producción fue eliminada en por el Protocolo de Montreal, un histórico tratado internacional que ordenaba la eliminación gradual de las sustancias que agotan la capa de ozono.

Los CFC fueron en su día muy utilizados como agente espumante para aislar edificios y en productos fabricados antes de mediados de la década de los 90, como aerosoles, materiales de embalaje, disolventes y refrigerantes.

AUMENTO EN 2013

La producción de CFC-11 se prohibió en todo el mundo en 2010 y desde entonces deberían haber disminuido sus emisiones, pero en 2018, algunos de los mismos científicos detrás del reciente descubrimiento encontraron que las emisiones aumentaron con miles de toneladas desde 2013, lo que provocó alarma en el momento en que la producción de la sustancia prohibida se había reanudado en una aparente violación del Protocolo de Montreal.

La primera señal negativa fue detectada por un equipo internacional de seguimiento atmosférico dirigido por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). "Notamos que la concentración de CFC-11 había disminuido más lentamente de lo previsto desde 2013, lo que indica claramente un repunte de las emisiones. Los resultados sugirieron que parte del aumento se debió a Asia oriental", apunta Steve Montzka, de la NOAA y autor principal del artículo de investigación de 2018.

Este hallazgo inesperado fue por una red de medición independiente: el Experimento Avanzado Global de Gases Atmosféricos Globales (Agage, por sus siglas en inglés).

Ron Prinn, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), investigador principal de Agage y coautor de los dos nuevos estudios, apunta: "Los datos globales sugirieron claramente nuevas emisiones. La pregunta era ¿dónde exactamente?”.

"La respuesta está en las mediciones en Agage y en las estaciones de seguimiento afiliadas que detectan aire contaminado de las regiones cercanas. Usando datos de estaciones coreanas y japonesas, parece que alrededor de la mitad del aumento en las emisiones globales se originó en partes del este de China", añade.

Una investigación más profunda de medios de comunicación y activistas ambientales expuso el uso de CFC-11 en la fabricación de espumas aislantes en China. Las autoridades de ese país tomaron nota y en las reuniones del Protocolo de Montreal en 2018 y 2019 confirmaron que se identificaron algunas sustancias prohibidas que agotan la capa de ozono durante las inspecciones de fábrica, pero en cantidades muy pequeñas en relación con las inferidas de los datos atmosféricos. Según sus informes, se produjeron arrestos, incautaciones de material y la demolición de instalaciones de producción.

DESCENSO DESDE 2017

Los equipos científicos han continuado siguiendo de cerca los niveles atmosféricos y la evidencia más reciente, explicada ahora en dos estudios sobre las emisiones globales de CFC-11 y las emisiones del este de China, indica que esos esfuerzos probablemente han contribuido a una disminución de las emisiones.

"Para cuantificar cómo han cambiado las emisiones a escalas regionales, comparamos las mejoras de contaminación observadas en los datos de medición coreanos y japoneses con modelos informáticos que simulan cómo los CFC- 11 se transportan a través de la atmósfera. Con los datos globales, usamos otro tipo de modelo que cuantificó el cambio de emisiones requerido para coincidir con las tendencias de concentración global de CFC-11 observadas", explica Matt Rigby, de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y coautor de ambos estudios.

Rigby apostilla: "En ambas escalas, los hallazgos fueron sorprendentes; las emisiones habían disminuido en miles de toneladas al año entre 2017 y 2019. De hecho, estimamos que esta disminución reciente es comparable o incluso mayor que el aumento original, lo que es un cambio notable".

Si bien estos hallazgos sugieren que la acción rápida en el este de China y otras regiones del mundo probablemente haya evitado un retraso sustancial en la recuperación de la capa de ozono, cualquier producción no declarada tendrá un impacto ambiental persistente.

"Incluso si la nueva producción asociada con las emisiones del este de China y otras regiones del mundo ahora se ha detenido, es probable que sólo una parte del total de CFC-11 que se produjo se haya liberado a la atmósfera, por lo que es posible que el resto todavía esté asentado en espumas en edificios y electrodomésticos, y se filtre al aire en las próximas décadas", apunta Rigby.

(SERVIMEDIA)
14 Feb 2021
MGR/clc