DOMUND

Un misionero burgalés rescata a niños con discapacidad junto al gran basurero de Manila

MADRID
SERVIMEDIA

Julio Cuesta es un misionero que lleva 16 años en Filipinas, donde ha pasado “la mitad del tiempo” ayudando a la gente que mal vive en el gran basurero de Manila (Payatas) y “la otra mitad en el Cottolengo Filipino” en Montalbán (Rodríguez), a 10 kilómetros, donde defiende la dignidad de niños con discapacidad abandonados entre decenas de miles de personas desplazadas de la capital.

Julio explica a Servimedia desde algún lugar con poca cobertura de la ‘gran Manila’ que esta urbe comprende siete ciudades que suman más de 16 millones de personas, muchas de las cuales tardan cuatro horas diarias para llegar al trabajo y entre las que hay mucha pobreza y necesidad y niños con desnutrición.

El misionero dice que tiene “sólo” 75 años y presume de origen burgalés del partido judicial de Villadiego. Es uno de los 11.000 misioneros españoles por los que Obras Misionales Pontificias (OMP) alza la voz en la jornada del Domund, que la Iglesia celebra este domingo 18 de octubre y cuya tradicional campaña de recaudación se verá dificultada por las medidas para frenar el Covid-19.

Además de los problemas que implica el coronavirus en el ímprobo trabajo de los misioneros españoles desperdigados en decenas de territorios de misión por el mundo, la reducción de aforos en los templos españoles ha empujado a OMP que este año anime a colaborar con la jornada de las misiones de forma virtual a través de ‘www.Omp.es’. El objetivo es, al menos, contribuir a alcanzar los 10,5 millones de euros recaudados en 2019 por OMP España en 2019.

El Covid-19 también se ha sentido en el Cottolengo Filipino donde este misionero, de la Pequeña Obra de la Divina Providencia fundada por San Luis Orione, trabaja los siete días de la semana. Allí atiende a menores abandonados por sus familias y que tienen distintas discapacidades físicas y psíquicas.

“Son 40 en régimen de internado. Es un centro del tipo del ‘Hogar Don Orione’ de Pozuelo de Alarcón (Madrid), del que se ha hablado mucho en España por ser el lugar elegido por Urdangarín para un servicio de voluntariado fuera de la cárcel, con la diferencia que aquí no tenemos ninguna ayuda del Gobierno”, compara.

“Todos tienen discapacidad intelectual severa y casi la mitad de ellos parálisis cerebral. Tenemos estos casos de discapacidad: síndrome Down, autismo, hiperactividad (algunos de ellos muy difíciles de cuidar), ceguera (cinco niños), hidrocefalia, microcefalia, epilepsia… La gran mayoría no pueden hablar. Todos han sido abandonados por sus familias (en la calle, en hospitales, a la puerta del ‘cottolengo’). Al no hablar, de algunos no sabemos ni su propio nombre, ni la edad”, subraya el religioso.

“El Gobierno filipino no ayuda nada a las familias con hijos con discapacidad. Además, los niños del ‘cottolengo’ necesitan medicinas que son más caras aquí que en España, visitas a especialistas y hospitales y un cuidado continuo, lo que es imposible de soportar para muchísimas familias. No tienen otro remedio que abandonarlos”, lamenta.

ABANDONADOS

“La mayoría de los que tenemos fueron abandonados siendo muy pequeños; llegaron al ‘cottolengo’ con sólo meses o muy pocos años. Ahora tienen más de 20 años (se abrió hace dos décadas) y el centro es su única familia. Los cuidaremos con cariño y calidad hasta el final”, promete a la par que muestra su importancia por no poder responder a todas las solicitudes que les llega.

Por eso, la congregación trata de construir un pabellón para 20 niñas: “El coronavirus nos ha obligado a posponer este sueño. Nos dio tiempo sólo a poner el cartel ‘Aquí surgirá el pabellón femenino del Cottolengo’ y estábamos a punto de empezar a buscar la ayuda necesaria para la construcción cuando irrumpió la pandemia. Dios dirá en qué va a quedar este sueño”.

Después de una larga jornada de trabajo, el misionero burgalés argumenta a Servimedia por qué lucha por la dignidad de las personas con discapacidad: “Soy miembro de una congregación entregada al servicio de los más pobres y son muchos nuestros centros que atienden a personas con discapacidad”, como el citado de Pozuelo y el Centro Don Orione de Posada de Llanes).

El religioso, que ha trabajado “varios años” en las mismas dependencias donde ha ido a ayudar el cuñado del Rey de España, asegura que, en su vida, “el servicio a los pobres ha sido siempre un honor, un privilegio”, a lo que añade “una fuente de una profunda alegría”.

DIGNIDAD

“Todo esto es muy lógico, no podría ser de otra forma, cuando conoces y crees en la dignidad fundamental de toda persona, independientemente de su salud física, de su poder económico, etcétera. Y, es más, cuando estás convencido del amor especial de parte de Dios hacia estas personas”, agrega.

“Yo veo siempre a estos niños del ‘cottolengo’, para los que vivo, como personas que nos ha enviado Dios para que los cuidemos en su nombre y me esfuerzo de hacerlo del mejor modo posible, sin ahorrar tiempo ni energías”, expone.

El misionero burgalés cuenta que, aunque no han tenido ningún caso positivo por Covid-19, la pandemia les ha afectado en otras cuestiones. “Llevamos ya varios meses sin aceptar visitas al centro y las visitas son importantes para nosotros. porque al no recibir ningún tipo de ayuda de parte del Gobierno, dependemos en gran medida de las ayudas que nos llegan en estas visitas. Incluso nuestros trabajadores (25 con su sueldo correspondiente y ocho voluntarios –entre los que se incluye el propio Julio- hemos tenido que permanecer aislados durante más de dos meses para evitar contagios”, concluye siempre transmitiendo alegría y gran compromiso por su labor desde la Gran Manila.

(SERVIMEDIA)
18 Oct 2020
AHP/nbc