Recuperado ya de la hernia inguinal que lo llevó ayer al hospital y motivó la suspensión de la vista, Correa ha respondido a las preguntas de la Fiscalía Anticorrupción como había anunciado, pese a que al inicio de este juicio había dicho que se iba a acoger a su derecho a no declarar.

Correa insistió, como ya hizo en el primer juicio a 'la Gürtel', en la limpieza de su labor empresarial y aseguró que en un principio no conocía a ningún dirigente destacado del PP, pero acabó introduciéndose en “500 empresas internacionales” con las que trabajaba mientras esperó durante un año a que el extesorero popular Luis Bárcenas le recibiera.

El motivo de su éxito empresarial fueron sus presupuestos competitivos, dijo, y no “la mitad de las cosas que se han contado en esta historia y no son verdad". La declaración de Correa ha tenido un carácter desordenado, casi caótico, en el que ha ido tocando distintos temas de manera alternativa. Nombró a José Luis Peñas, el concejal que destapó la trama; al presidente norteamericano Donald Trump; al gestor de fondos Arturo Fasana y, manera velada, al rey Juan Carlos.

Admitió la existencia de la cuenta 'Soleado' en Suiza, que gestionaba para él Fasana, como lo hacía para "las grandes fortunas de este país, incluida la del rey de España". En ese momento le interrumpió el presidente del tribunal, José Antonio Mora, que le advirtió que no debía dar el nombre de "un jefe del Estado" porque no tienen oportunidad de “defenderse” al no estar en la causa.

Correa insistió en asegurar que muchos tienen dinero fuera de España. Es "gente que vemos todos los días en televisión, con mucho más dinero que yo y yo estoy en la cárcel y ellos en libertad", se lamentó antes de decir al tribunal que lleva siete años sin ver a su hija y oyendo que la justicia es igual para todos.

Sobre la visita del Papa a Valencia, citó al ex director general de la televisión pública valenciana, RTTV Pedro García Gimeno, del que dijo que "cometió el error de coger un dinero que se le dio" con sus beneficios, e insistió que en nunca “invitó ni a un café” a los funcionarios de la Generalitat que decidían sobre las adjudicaciones.