Así lo aseguran siete investigadores de instituciones de Estados Unidos y Panamá en un estudio publicado en la revista ‘Proceedings of the Royal Society B’, cuyos resultados podrían tener implicaciones para el futuro de las especies de sangre fría (como otros reptiles, anfibios y peces) porque la rápida evolución es clave para sobrevivir al aumento global de las temperaturas.

El ‘Anolis sagrei’ escapó del cautiverio en suficientes ocasones para invadir con éxito grandes áreas en el hemisferior occidental. Es una lagartija endémica de Cuba y Bahamas, aunque también puede encontrarse en México, Panamá y el este do e Florida (Estados Unidos).

Michael Logan, becario postdoctoral en el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (Panamá), estudió el anolis marrón en su área de distribución en las Bahamas y asegura que su composición genética es sorprendentemente inadecuada para los escenarios climáticos futuros, por lo que es improbable que se adapte lo suficientemente rápido como para sobrevivir al ritmo de las tasas actuales de cambio ambiental.

"Los anolis marrones tienen enormes tamaños de población y, por lo tanto, deberían tener muchas variaciones genéticas en la mayoría de los rasgos, lo que permite una adaptación rápida. En cambio, encontramos que la variación genética en varios rasgos que son crucaiels bajo el cambio climático es básicamente cero", apunta.

Los anolis marrones son ectotermos, es decir, dependen de la temperatura del ambiente para controlar el calor de su cuerpo. Cuando están demasiado fríos, se arrastran hacia un lugar soleado y absorben el calor. Si están demasiado calientes, buscan sombra o lugares más fríos. Mantener una temperatura corporal óptima es un componente básico para el éxito en lo esencial de la vida: moverse, comer y reproducirse.

DIFERENTES TEMPERATURAS

Para el estudio, Logan y sus colegas capturaron anolis marrones de dos hábitats diferentes y aislados en las Bahamas. Uno es relativamente frío y boscoso; el otro es caluroso. Los investigadores criaron a cientos de descendientes de estas dos poblaciones y, después de llegar a la edad adulta, los desafiaron en algunas pruebas simples.

Para evaluar el rendimiento físico a diferentes temperaturas corporales, utilizaron una cámara de alta velocidad para filmar las lagartijas mientras atravesaban una varilla de madera. Para comprender mejor cómo se comportaban cuando se exponían a ambientes de diferentes temperaturas, usaban paquetes de gel y lámparas de calor para crear un entorno que variaba entre 20 y 48ºC, y registraban dónde se movían las lagartijas y cómo se ajustaban a los cambios de temperatura. Para comprender los rasgos heredados de la descendencia, y así evaluar su potencial para evolucionar, realizaron una serie de análisis.

Los resultados fueron sorprendentes en general, especialmente debido a que las diferentes poblaciones de lagartijas se habían aislado durante mucho tiempo en entornos de alto contraste.

Si bien los investigadores encontraron alguna evidencia de que las poblaciones se adaptaron a su entorno local, los resultados genéticos sugieren que las lagartijas tienen poca capacidad incorporada para heredar rasgos que les permitan evolucionar rápidamente con el cambio climático. Una posible explicación es que la fuerte presión de selección en el pasado, que los llevó a adaptarse a diferentes entornos en primer lugar, eliminó la futura variación genética que pueda ser necesaria.

"Si la variación genética en los rasgos térmicos es el fondo para una especie como la anolis marrón que tiene enormes tamaños de población y una distribución geográfica súper amplia, ¿qué será de la mayoría de las otras especies que típicamente tienen poblaciones mucho más pequeñas?”, se pregunta Logan.