Los hechos ocurrieron el 5 de septiembre de 1991, cuando César Garrido García, alumno de Aero Madrid, despegó en un avión junto con su profesor de vuelo y otro compañero. A los 20 minutos, el aeroplano "cayó en vertical y girando sobre si mismo, hasta chocar frontalmente con el suelo", povocando la muerte de los tres pasajeros.

El Supremo señala que la propia escuela de aviación reconoció "su dificultad para controlar el riesgo" que suponen las prácticas de vuelo y rechaza el argumento de que los responsables tomaron todas las medidas de seguridad posibles.

En este sentido, los magistrados sostienen que "no cabe escudarse en la adopción de todas las medidas de seguridad y garantía cuando las previsiones adoptadas se muestran insuficientes en la realidad para evitar eventos lesivs".